Premiada y alabada en el pasado festival de Sundance Alfonso Gomez-Rejon nos presenta un equilibrio casi perfecto entre la comedia, el drama y el arte. En este films en donde la adolescencia y la amistad toman por asalto a la audiencia con su intimista y tierna historia.
Antes que nada quiero agradecer a todos aquellos que se han preocupado y me han preguntado por la falta de contenido nuevo a los Blog o al canal de YouTube. La verdad he tenido unas semanas muy complicadas desde el punto de vista familiar, de un día para otro le diagnosticaron un cáncer terminal a mi padre, enfermedad causada por medio siglo de tabaquismo. Por lo tanto he pasado el tiempo que no estoy trabajando (de algo hay que vivir) en hospitales ayudando a cuidarlo. Esta explicación tiene un doble sentido, por un lado responder a todos aquellos que me han consultado y por el otro mostrar el contexto desde donde se realiza esta reseña.
'Me, Earl and the dying girl' traducida horriblemente para nuestros hermanos españoles como como 'Yo, él y Raquel' (no quiero pensar que nombre le pondrán para Latinoamérica) es una comedia dramática juvenil dirigida por Alfonso Gomez-Rejón con un guion de Jesse Andrews, basada en la novela debut de este último.
La adolescencia por excelencia es una de las épocas de la vida más retratadas desde Hollywoodense, es la época del cambio, la etapa en donde el niño deja paso al hombre y en donde las hormonas están a flor de piel y todo asunto es de vida o muerte. Normalmente el cine nos retrata esta época como “terrible” ¿Pero qué adulto no quiere volver a tener más tiempo libre sin tener que pensar en la política o la economía? ¿Practicar deportes con amigos sin preocuparse de las esposas celosas? ¿O simplemente vivir de juerga en juerga sin tener que pensar en demasía en las consecuencias laborales o familiares? Por lo tanto no es raro que este tipo de películas en especial cuando son planteadas de forma inteligentes funcionan para un público mayor a sus púberes protagonistas.
‘Yo, Earl y la chica agonizante’ comienza cuando un adolescente llamado Greg interpretado por Thomas Mann es obligado por su madre a pasar tiempo con Rachel (Olivia Cooke) una joven de su misma edad enferma de leucemia. Greg hasta ahora ha trata de vivir sin desentonar con ninguna tribu urbana de su instituto buscando no llamar la atención de nadie en demasía. Siendo su gran pasatiempo filmar extrañas películas caseras inspiradas en clásicos de la filmografía mundial con su “socio” desde prescolar Earl (Ronal Cyler II). Pero su relación con Rachel cambiara para siempre su mundo; por primera vez en la vida tendrá que “desentonar”.
La película juega con la melancolía, la alegría y la tristeza en cada fotograma y en cada diálogo del films, profundizando en la insoportable complejidad del ser. Como una oportunidad perfecta para profundizar sobre los grises de una etapa estampada en blanco o negro. Las medias tintas sobran. Y en este conflicto constante, la creatividad, las ideas estallan y las musas aparecen en forma de tormenta para desatar al autor que todos llevamos dentro. Sumemos a la fórmula el gran signo de interrogación que es la muerte, el romanticismo en tonos pastel y la amistad para toda la vida y tenemos la fórmula perfecta de lo que es crecer a pasos agigantados cuando aún no se ha aprendido a andar del todo.
Unos de los grandes aciertos de esta pelicula es que el propio escritor de la novela es la misma persona que firma el guion, por lo tanto el tono del libro se mantiene bastante impoluto a la hora de la siempre difícil transición a la pantalla. El propio director ha dicho en una entrevista reciente sobre su propia identificación con el guion de Jesse Andrews.
“Cuando me topé con el guion de Jesse Andrews me identifique mucho con el personaje de Greg, un joven perdido que en un momento se tiene que enfrentar a la posibilidad de que la persona frente a él no va estar el día de mañana. Se expresa en una forma no con sus palabras sino haciendo una película; abstractamente.”.
Recordemos que el proyecto fue muy personal para el director originario de Laredo, Texas, ya que está dedicado a su padre quien falleció poco antes de comenzar el rodaje. Algo que se trasmite claramente en la cinta y me hizo sentir plenamente identificado dado lo contado al comienzo de este articulo.
El films comienza con el clásico personaje antisocial adolescente con una afición exacerbaba hacia el cine de culto. En donde se nos plantean un sinfín de guiños y homenajes fácilmente identificables, hasta pequeños cascarillos a películas a simple vista muy similares como lo es la exitosa ‘Bajo la misma estrella’. Una apuesta en la que se pierde naturalidad pero se ganan afectos cinéfilos, conexión directa con aquellos que disfrutan observando como los referentes nos dirigen a recuerdos personales. Pero todo cambia cuando aparece el personaje de Olivia Cooke y todo se eleva con su mezcla de luz y desolación. Su presentación, brillante, eleva al conjunto y aporta una frescura que, hasta ese momento, se encontraba sumergida en artificio pomposo. Un punto de inflexión que la película sabe usar de la mejor manera posible, tratando con respeto, inteligencia y delicadeza, un tema que en otras manos no es más que una excusa para la búsqueda incesante de la lágrima.
Pero Gómez-Rejon, apoyado en el guion de Jesse Andrews, mantiene la compostura y no cede a la cursilería ni al tópico más reconocible. Por eso, a pesar de que la ruta establecida por la historia es más que previsible, uno se descubre emocionado ante la ternura de un tramo final que es, con mucha diferencia, lo mejor del films y eleva esta cinta película-arte. En esos momentos, la película, consigue pulsar todas aquellas teclas emocionales necesarias para conmover, poniendo un punto y final a una película que busca desde lo introspectivo hacer del público un intruso más en tan intimidad emotiva. En donde el poder del arte, el poder de la amistad, el poder de la muerte y el poder del amor son explotados desde el más positivo de los sentidos. Sin caer en la lágrima fácil o en la grandilocuencia de discursos mesiánicos, ahí es donde acierta de lleno una propuesta destinada a encoger el corazón sin que la sonrisa desaparezca en ningún momento. Una meta que consigue no pocas veces pese a su obsesión por ser, todo el tiempo, original y distinta. La melancolía frente al sol. La contradicción constante. Pura adolescencia.
Pero Gómez-Rejon, apoyado en el guion de Jesse Andrews, mantiene la compostura y no cede a la cursilería ni al tópico más reconocible. Por eso, a pesar de que la ruta establecida por la historia es más que previsible, uno se descubre emocionado ante la ternura de un tramo final que es, con mucha diferencia, lo mejor del films y eleva esta cinta película-arte. En esos momentos, la película, consigue pulsar todas aquellas teclas emocionales necesarias para conmover, poniendo un punto y final a una película que busca desde lo introspectivo hacer del público un intruso más en tan intimidad emotiva. En donde el poder del arte, el poder de la amistad, el poder de la muerte y el poder del amor son explotados desde el más positivo de los sentidos. Sin caer en la lágrima fácil o en la grandilocuencia de discursos mesiánicos, ahí es donde acierta de lleno una propuesta destinada a encoger el corazón sin que la sonrisa desaparezca en ningún momento. Una meta que consigue no pocas veces pese a su obsesión por ser, todo el tiempo, original y distinta. La melancolía frente al sol. La contradicción constante. Pura adolescencia.
Conclusión: Ganadora del "Grand Jury Prize" en Drama y el Premio de la Audiencia en Sundance 2015 'Me, Earl and the dying girl' no dejara indiferente a nadie, conmoviendo y alegrando a muchos en un carrusel de emociones en el tortuoso camino hacia la madurez. Una cinta extraordinariamente llevada a cabo por su director y un guion que como pocos refleja la esencia de la obra original.
Lo mejor:
- Su director.
- El guion.
- Un reparto que cumple.
Lo peor:
- Un poco mas de "realismo" con respecto a los gustos cinéfilos del protagonista adolescente.
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